10 julio 2018 | Un usuario de Aclad queda finalista en el ‘I Concurso de Relatos Breves’ del Centro Penitenciario palentino de La Moraleja |
Queridos lectores, les voy a relatar una historia que escuché hace años, la verdadera historia de «Rolo».
Rolo es un muchacho que nació en un lugar de Castilla de cuyo nombre no logro acordarme. De familia humilde y numerosa, tercero de cinco hermanos vivió una infancia plena de felicidad, siempre disfrutando con sus hermanos y amigos.
Desde niño demostró una gran pasión por el fútbol. Pasaba horas y horas pateando la bola, lo cual hizo que descuidara sus estudios, y en consecuencia sus padres en contra de la voluntad de Rolo, pues no quería separarse de su familia, tomaron la acertada decisión de internarlo en un seminario para que sacase sus estudios, así fue, consiguió, y con nota, la secundaria, siempre sin olvidar su gran pasión, lo que le llevó a trasladarse a la gran ciudad para continuar con sus estudios y poder jugar federado.
Su evolución fue instantánea, en menos de un mes fue seleccionado provincialmente. A mitad de temporada fue convocado por la selección regional… y acabó el año como máximo goleador a nivel nacional.
Como es normal, todos estos logros exigían largas horas de entrenamiento, mucha disciplina y cuidado personal. Todo era alegría en este aspecto, pero sin embargo, Rolo dejó olvidados sus estudios. Se centró en su gran pasión.
Pasaron los años, siguió progresando en su carrera futbolística hasta llegar a fichar por un equipo de primera división.
El primer año fue increíble, pese a su juventud entrenaba con el primer equipo, todo eran elogios por parte de directivos, representantes y entrenadores. Progresaba adecuadamente, y aunque su ficha era pequeña, le daba para mantenerse y poder perseguir su sueño.
Todo cambió cuando al final de temporada el equipo descendió, directivos nuevos, entrenadores nuevos que trajeron a sus jugadores de confianza … Dejaron de contar con él. Todos sus sueños se quebraron de repente.
Sin muchas ganas pero animado por su familia, sobre todo por su madre, su gran apoyo, retornó a los estudios en un pueblo cercano al suyo. Hizo amistades nuevas con las cuales conoció una noche el alcohol, las drogas y el sexo, y todo lo que eso conlleva.
Durante un tiempo se dejó llevar por el frenesí de las noches locas. Su vida había dado un giro de 360 grados.
Sin embargo, tras un tiempo sin rumbo fijo, conoció a Leti, una chica muy guapa, responsable e inteligente. Aunque no se puede decir que sintiese amor a primera vista, poco a poco le cautivó y empezaron una relación, lo cual hizo que Rolo encauzara su desconsolada vida.
Acabó sus estudios y volvió a practicar, aunque a un nivel de aficionado, el deporte que tantas alegrías le había reportado, y no serían las últimas pues un buen día recibió una oferta del equipo de la capital, que aunque no era lo que él había soñado, sí cubría todas sus necesidades. Le daba la oportunidad de trasladarse junto a Leti que vivía con sus padres en la capital, y le ofrecieron un puesto de trabajo. No sin esfuerzo, pues era separarse de su familia y empezar de cero otra vez, cogió su petate y empezó otra nueva etapa.
Durante cinco años todo fue perfecto, Rolo era ídolo local por sus hazañas en los terrenos de juego, laboralmente se había ganado un puesto de responsabilidad en la empresa, lo cual le reportaba un más que generoso ingreso mensual, y su relación con Leti iba viento en popa, incluso habían hablado de irse a vivir juntos próximamente.
Pero una llamada de teléfono anunció a Rolo el principio de la peor de sus pesadillas, cuando menos lo esperaba, cuando todo estaba a su favor, todo se truncó. A su madre, su gran pilar y apoyo, le habían diagnosticado cáncer de mama y necesitaba operación urgente por riesgo de metástasis.
La operación no salió todo lo bien que se esperaba pues existía mucho riesgo de recaída.
Rolo, debido a esta situación, dejó el fútbol definitivamente, dedicó su tiempo libre a disfrutar de su madre y pidió a Leti que dieran un paso más en la relación, que fueran a vivir juntos pues él la necesitaba más que nunca a su lado. Sin embargo, eso nunca sucedió y se fueron distanciando cada día más hasta que decidieron que cada uno seguiría su camino.
Tras la ruptura Rolo se encontró solo y triste, su madre no mejoraba y empezó a beber a diario. Al principio lo hacía solo pero no tardó en encontrar compañeros para esa rutina.
A su madre la volvieron a diagnosticar cáncer, esta vez de hígado, y no lo pudo superar, falleció.
Rolo siempre se hacía el fuerte para dar ánimos a su padre y hermanos, pero cuando llegaba a su casa, en soledad, lo rompía el dolor.
No supo pedir ayuda a tiempo y prosiguió consumiendo alcohol diariamente, empezó a jugar a juegos de azar. Al principio era un simple juego, una terapia casera, en fin, una manera de no pensar, pero poco a poco se convirtieron en vicios. Adicciones tan grandes que lo encerraron en sí mismo. Durante años no le permitieron mantener una relación estable, continuos cambios de humor, se volvió egoísta, soberbio, testarudo e irresponsable. Llevaba una doble vida lo cual convirtió su vida en una continua mentira. Estaba inmerso en un bucle del cual no pudo escapar.
El sueldo tan copioso ya no llegaba a fin de mes, no se satisfacían las facturas pendientes y aparecieron los prestamistas. Lo que al principio fueron grandes soluciones pronto se convirtieron en sogas al cuello que cada día apretaban más.
Como no todo iba a ser negro en esta etapa, un día sin quererlo ni buscarlo, encontró el amor. De repente apareció de la nada, como por arte de magia, cual ángel caído del cielo, delante de él, lisa melena negra, piel morena, curvas de infarto, mirada hipnotizadora, dulce sonrisa. El tiempo se paró y en ese mismo instante supo que no era casualidad que aquella «Princesa», como él decidió bautizar, se había cruzado en su camino para ser parte importante en su vida de ahora en adelante. No lo dudó, se acercó a ella y hubo conexión inmediata, estaban hechos el uno para el otro.
Pasaron unos meses felices, todo encajaba a la perfección, eran almas gemelas. Sin embargo, Rolo no había sido sincero del todo, no había contado a su princesa que arrastraba deudas que provenían de su adicción al juego y que seguía jugando a escondidas. Las deudas eran una bola que cada día se hacía más grande. Continuó sin pedir ayuda e incluso volvió a beber a diario.
La situación se volvió insostenible, las presiones aumentaban, Princesa se dio cuenta que algo estaba pasando y ofreció ayuda a Rolo, pero este no la acepto, no dio su brazo a torcer.
Volvieron los cambios de humor, la soberbia, la testarudez, la frialdad, y Princesa ya no reconocía a su Rolo, el Rolo que la enamoró. Él siguió jugando, pensando que un golpe de suerte lo solucionaría todo, pero ese momento nunca llegó.
Las presiones por parte de los prestamistas se convirtieron en palizas y amenazas de muerte, lo cual a Rolo ya no le asustaba pues había llegado a un punto en el que poco le importaba su vida.
Hasta que un día le amenazaron con acabar con la vida de su Princesa, lo habían seguido, conocían su domicilio y a su gran amor. Le dieron un plazo de veinticuatro horas para devolver toda la deuda, la suma era tan grande que ni pidiendo ayuda a toda su humilde familia lograría satisfacerla.
Rolo se agobió, no veía solución, y lo que no iba a permitir de ninguna de las maneras era que Princesa pagase los platos rotos de su inconsistencia.
Dentro de su locura transitoria Rolo decidió que tenía que atracar un banco, pues allí podría conseguir la cantidad suficiente para sufragar su deuda.
Se hizo con una pistola de juguete, pues era incapaz de matar una simple hormiga y ninguna intención tenía de hacer daño a las personas que se pudieran ver implicadas en tal situación.
Se presentó en el banco y los nervios lo hicieron dudar, él nunca se había imaginado cometiendo tal delito, pero la imagen de Princesa le vino a la memoria y no supo de dónde sacó fuerzas pero lo hizo.
La cantidad sustraída doblaba el requisito de los prestamistas. Rolo los pagó de inmediato y se los quitó de encima, pero su conciencia no lo dejaba tranquilo. No había podido pegar ojo desde entonces pensando en hasta dónde había tenido que llegar por culpa de sus adicciones, y decidió que no quería seguir viviendo así, que tenía que hacer algo para cambiar su vida y pagar por lo que había hecho. Ni corto ni perezoso se entregó a las autoridades y devolvió la parte del dinero. Pasó una temporada en prisión, pidió perdón y se sinceró con su familia y con Princesa. Por fin pidió ayuda, realizó terapias y superó sus adicciones, todos lo apoyaron.
Rolo comentaba que: «Muchas veces tenemos que tocar fondo para darnos cuenta y poner remedio a nuestros errores. Era consciente de que todo lo que había perdido por culpa de sus adicciones. Que nadie dice que sea fácil , no, pero que si quieres puedes y que más vale tarde que nunca» .
Utilizó el tiempo en prisión para pensar y poner orden en su cabeza, se reencontró con el Rolo que llevaba escondido dentro y se dio cuenta de lo afortunado que era por tener tanta gente alrededor a la que él quería y le querían. Decidió disfrutar de ellos y de la vida cada segundo como si fuese el último, pues el tiempo es muy valioso como para malgastarlo y Rolo ya había malgastado demasiado.